La que aprendemos de Quinta Gama en el sector de la automoción

La visita a una fábrica de coches es, por lo que conozco, lo más parecido a la imagen que tenemos del futuro. Una gran fila de máquinas trabajan sin descanso, colocando, ajustando, ensamblando y pintando diversas partes del coche. Te sorprende, al igual que me pasó en una refinería de petróleo a la que he tenido que ir en algunas ocasiones por motivos profesionales, la poca cantidad de personas. Si, la mayoría de las cosas están automatizadas y la gente allí presente está, en la mayoría de los casos para supervisar. Pero, lo más curioso, es que sea la fábrica que sea, de una marca o de otra, muchas de las partes no están fabricadas ahí y, además, no son ni siquiera de la propia marca. ¿Cómo es eso? ¿Si me compro un Volkswagen resulta que el salpicadero y, no sé, las puertas, están hechas en una fábrica española que nada tiene que ver con la marca en cuestión? Pues sí, es algo así. Igual que las marcas compran las ruedas a fabricantes expertos, también subcontratan asientos, techos, puertas, luces y muchos otros componentes. Ya en la fábrica, llega todo integrado y lo que hacen es el ensamblaje, por supuesto que con su ingeniería, su diseño, su propia mano de obra y algunos componentes clave que llegan de la casa matriz. Es, como si dijéramos, la Quinta Gama en el sector automovilístico. 

El ejemplo del bar del pueblo

Todos hemos llegado a un restaurante de un pueblo. Ese en el que tras un día duro andando por la mañana, te paras y, apartando la cortinilla de macarrones, te asomas a saludar. A pesar del intenso calor fuera, dentro se está fresco y oscuro. Al poco rato, sale una señor que se dispone atenderte.

«Tenemos fabada y albóndigas…  «- Suele ser el discurso. Y ya.  Y en ese momento, o lo tomas o lo dejas, porque es lo que han hecho ese día. Es más, si viene gente más tarde, con el mismo hambre que tú, es probable que ya no tengan de una cosa o de la otra. Se cocina una vez cada día y eso es lo que se consume hasta que se acaba, no hay Quinta Gama. 

Pero la ciudad no es el campo y un restaurante urbano no es el bar de un pueblo con poco tránsito. Los picos de trabajo, las necesidades de personal y la obligatoriedad de tener todo, todas las veces, hace muy difícil tener todo preparado en cada momento. Haría falta, permanentemente, 15 mujeres como esa amable anciana que nos atendió en ese pueblo tras un duro día andando.

Por ello, la solución para la restauración, hoy en día, igual que si de una fábrica de coches se tratara, consiste en subcontratar algunos “componentes” de los platos o los platos mismos. Lo que conocemos como Quinta Gama. 

La Cocina de Lola, con su línea de Quinta Gama, ofrece una alternativa fácil a bares y restaurantes para ayudarles a ofrecer, sin demasiado esfuerzo, platos elaborados y sofisticados. Sin necesidad de usar la cocina, sin mayor gasto en personal. 

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